Tras realizar la
lectura de este artículo de Anabel Saínz Ripoll, debo de decir que mi opinión
acerca de la personalidad que desarrollan los niños de cada época, está basada
en la condición que las propias familias les imponen.
Un niño siempre
será un niño, durante el proceso de desarrollo. Un niño tiene unas necesidades acordes
a su edad. Es por ello, que se van a caracterizar siempre por la libertad de
hacer y deshacer sin importarles las consecuencias.
Creo que todos
ellos, para ser felices necesitan cometer errores, y que a partir de dichos
errores, aprenderán a levantarse solos. Esa es la única forma de aprender.
Los adultos,
tienen la necesidad de proteger a sus hijos. Y tienden a educarles con los
mismo valores que se les han sido inculcados a ellos mismos de pequeños. Pero
eso está bien, en cierta medida. La explicación que he deducido tras leer este
artículo, es que los adultos no se dan cuenta de que los años pasan y la vida
evoluciona a pasos agigantados.
Considero que
cada persona es libre de educar a sus hijos, pero no deben confundir el deseo
de cómo querrían que fuesen, al cómo se desenvolverán en la vida. Opino que
solo deben darles unas pautas básicas que les ayuden a ser mejores personas.
Sin olvidarnos que son personas que aún no están formadas del todo, para lidiar
al entorno por sí solos.
Los personajes
de los libros más antiguos, eran ese claro ejemplo del hijo perfecto que a lo
largo de esa época los adultos querían ver reflejado en sus descendientes más
semejantes. Yo, quiero decir el niño tiene que ser feliz, ser rebelde y
travieso, ser sensato y despreocupado…pero siempre manteniendo ese equilibrio
que le haga superar sus miedos y triunfar en sus metas, por méritos propios.
Creo que este
artículo es interesante para esta profesión, pues debemos conocer que todo
tiene una evolución, y que con el paso de los años las personas pensamos
diferente, y cambiamos de gustos de un momento a otro, según el momento en el
que se encuentren nuestras vidas.
Por ello, es
importante saber que debemos aprender a observar a los niños, a nuestros alumnos.
Pues nosotros seremos el ejemplo de que hallen el gusto por la literatura. Y si
somos capaces de reconocer sus gustos, ellos se motivarán más en la lectura. Un
claro modelo de esto, fueron por ello, los libros de “Antoñita la fantástica”
en los años 40. Con este ejemplar, los niños de la época se pudieron sentir
identificados, pues ya no debían sentirse mal. Pues cuando leían los mini cuentos
de Calleja, se reflejaba la distinción entre el “niño bueno” (respetuoso,
dedicado al bien…) y el “niño malo” (travieso, rebelde…) creando un sentimiento de
culpabilidad en él. ¡Por fin, se habían creado libros que reflejasen los típicos
rostros de un niño!
Para concluir
esta opinión tras mi lectura, me reiteraré haciendo hincapié en que la
literatura infantil intentaba marcar la conducta del niño, para cumplir la
voluntad de los padres de las familias de los pequeños. Pero con el paso del
tiempo, los autores/as de los libros de literatura infantil han ido entendiendo más
a los niños, creando historias que les moralizasen o identificasen más con su
persona, fomentados el gusto por la lectura.
Una estupenda recensión sobre el artículo. Te la anoto como voluntaria.
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